Uno más uno, tres: cosas de
familia.
Los domingos son un día
especial. En este lado del globo y más específicamente al pie de estas montañas
andinas, los domingos suelen un día de encuentro familiar. Para aquellos hogares
en donde los hijos están aún “chicos” (como suelen decir las madres), estas
tienen toda una hoja de ruta que se respeta: es día de familia.
Las hay aquellas donde uno más
uno son tres. Una pareja joven o un matrimonio con su primer hijo es desde
luego la experiencia o situación que se queda grabada hasta en la sangre misma.
¿Dije que eran tres? Bueno, así empieza la mañana y en el transcurso de la
misma van haciendo su aparición lo que en estricto es la familia: padres,
hijos, abuelos, tíos, etc, etc.etc. No hay alegría más hermosa que verlos llegar
y sentir que se construye un espacio donde uno puede sentir felicidad, paz,
amor.
La madre mira al hijo y la otra madre se proyecta en el tiempo:
retrocede, avanza, pone pausa y así cuantas veces más mientras sus manos van
ordenando sobre la mesa todo un ejército de próximos comestibles. Las
preguntas, las lecciones que se van aprendiendo y las experiencias que se van
transmitiendo entre dos hermosas mujeres no dejan ser otro espacio maravilloso.
No se trata de prestarse libros o comentar sobre lo que dijo determinado “especialista”
sobre el cómo cuidar hijos o ser una buena o buen esposo o esposa. Se trata de
comunicar desde la vida misma, la experiencia vivida a jóvenes que inician su
propia familia. ¿He dicho “su propia familia? Así es, su propia familia.
Desde luego que cuando se es
joven o muy joven, los enamorados de estos tiempos suelen decir que tienen pareja
o que tienen su enamorado; otros se casan, al paso¡¡¡. Sin saber ni el oficio y sin vocación, de raíces latinas, ni de lecturas como El Banquete donde Agatón organiza
justamente un banquete, el mismo que servirá para que ilustrados personajes se expresen sobre “el amor”, incluido el mismo Sócrates, hoy al parecer todo va rápido. Sin embargo, creo que sí hay personas para las cuales “el amor” es asunto
serio, serio y gratificante. Serio en el sentido de que importa, importa lo que
desde enamorados se va construyendo sin que sea necesariamente un asunto de edades (aunque se espera que personas "mayores" tenga mejor claridad de las cosas). Hay experiencias que se dicen “amores” y que
son como los juegos artificiales (aquellos que iluminan y asombran de manera
espectacular por unos minutos y luego desaparecen); los hay felizmente aquellos
que se inician como una pequeña chispa en
el bosque y que luego va tomando consistencia hasta que acaba por expandirse
a todo el bosque. ¿Se imagina tamaña comparación? Lo que se dice amor en las "relaciones precipitadas" es desde luego uno del tipo "fuego artificial". Lo otro, es cosa seria. (Habré de confesar que esta especie de metáfora la recuerdo
de una novela que leí cuando estaba en quinto de secundaria y que la he
compartido gratamente sólo con una persona).
Me pregunto si no será
justamente esta forma de “expandir” el amor en una pareja lo que posibilitaría una
relación consistente. Desde luego que existen innumerables y numerables factores
adicionales, pero permítanme quedarme con esta propuesta: el amor de pareja es
una experiencia de a dos, de dos enteros y que se sostiene en el tiempo, crece en el tiempo, se
fortalece ante cada nueva e inesperada
situación. Así las cosas y para simplificar (ya es más de una de la madrugada),
un amor así deviene en no mucho tiempo en que luego digamos: “uno más uno, tres”…… y
bienvenida la familia, de aquella que hablé al inicio de este blog.
Saludos
José Antonio.