"Un Amor Implacable"
Se
llamaba Manuela Sáenz Aizpuru (Quito, Ecuador,1795 – Paita, Perú, 1859) y sobre
ella la denominación de “La Libertadora del Libertador”: mujer vivaz, generosa,
valiente, activista política, soñadora, amante de Simón Bolívar.
Manuela Sáenz Aizpuru |
A partir de la obra “Simón Bolívar, el
Sueño Americano” (1), tomo conocimiento de Manuela Sáenz y que coincidentemente
por estos días, el semanario “Hildebrant en sus trece” (2), nos presenta una
investigación sobre la misma en la sección Textos Imprescindibles titulada Un
Amor Implacable.
Manuela Sáenz nace en la ciudad de Quito, fruto
de una relación de su padre de origen español, Simón Sáenz de Vergara y Joaquina
María de Aizpuru, con quien tenía un segundo hogar, “la casa chica”. Manuela
era hija ilegítima y dadas las circunstancias, pasó la mayor parte del tiempo
con su madre.
El espíritu rebelde de Manuelita hizo
que sus padres la internaran en un convento “donde se rezaba mucho y se pecaba
aún más” (Alfonso Rumanzo González). Tenía 17 años para ese entonces y decidió
fugarse con un coronel del Ejército del Rey, Fausto Delhuyar. La encontraron y
la volvieron al convento. A los 22 años se vio forzada a casarse con un amigo
de su padre, el médico inglés James Thorne, a quien nunca llegó a amar, tanto
así que le fue infiel con Fausto Delhuyar
Para el año 1819, Manuelita, ya con 24
años radicaba en Lima e hizo una gran amistad con Rosita Campuzano “La
Protectora”, señorita de origen ecuatoriano que fue la amante oficial de otro
gran emprendedor, José de San Martín, “El Protector” del Perú. Tanto Manuelita
como Rosita estaban enteradas de los muy convulsionados días en la región.
Bolívar por el norte venía liberando ciudades del dominio español y a inicios
de 1820, San Martín ya se encontraba con rumbo hacía el Perú. Ambas mujeres
tomaron partido por la liberación del Perú y se dice que fueron constantes e
inteligentes activistas tanto que fueron condecoradas por San Martín con la
Orden del Sol. Los celos del esposo Thorne hizo que volvieran a Quito.
Ya en Quito, Bolívar hace su entrada a
la ciudad y el 16 de junio de 1822 fueron presentados en un baile hecho en
honor del Libertador. Se reconocieron de inmediato. Se sabe que pasaron juntos
muchas noches antes de que el Bolívar continuara con su tarea. La correspondencia
en cartas fue intensa. Así, ella le escribiría:
"Quiero verte y volverte a
ver, tocarte, sentirte, gozar de ti y hacerte mío por medio de todas las caricias"
Manuela era intensa, de fuerte
personalidad y de un gusto por montar caballos a horcajadas. Desde luego para
la época toda ella era un escándalo, un choque frontal para la sociedad
conservadora en el pensar y el actuar. Y justamente para evitar una ruptura con
su matrimonio, decidió volver con su esposo, el doctor Thorne; sin embargo, “perseveró
en el pecado” y no se fue a Inglaterra con él, dando fin a la relación. Años
más tarde, 1829, le escribió:
“¿cree usted que yo, después de ser la
querida de Bolívar, y con la seguridad de poseer su corazón, preferiría ser la
mujer de otro, ni del Padre, ni del Hijo ni del Espíritu Santo, o sea, de la
Santísima Trinidad? Déjeme en paz, mi querido inglés. Hagamos otra cosa: en el
cielo, nos volveremos a casar, pero no en la tierra…En la patria celestial
pasaremos una vida angelical y espiritual, allá todo será a la inglesa, es
decir, una vida monótona…Con toda seriedad, no volveré con usted. Usted es
anglicano y yo soy atea: al impedimento religioso se añade el hecho de que
estoy enamorada. Su invariable amiga”.
Y
es aquí donde yo exploto. ¡Qué mujer tan emocional y a la vez tan cerebral ¡
En
un breve resumen, Manuela fue testigo del encuentro de Bolívar con San Martín
en Guayaquil (1822), partícipe de la Batalla de Pichincha, peleo junto a José
de Sucre en Ayacucho (9 de diciembre de 1824), en la Gran Colombia, era parte
activa de partido y llevaba los archivos del Libertador y le cuidaba las
espaldas, tanto que el 25 de setiembre de 1828, salvó a Bolívar de un atentado,
enfrentándose a los conspiradores dirigida por Francisco de Paula Santander.
Luego
de la muerte de Simón Bolívar (17 de diciembre de 1830), la situación de
Manuela se complica. Se persiguieron a los seguidores de Bolívar y ella fue
encerrada en la cárcel de mujeres. El año 1835 regresa a Ecuador, pero el presidente
Vicente Rocafuerte le anuló el pasaporte por temor a su carácter
revolucionario. Finalmente acaba sus últimos días en una casa en el Puerto de
Paita, Perú, ganándose la vida preparando y vendiendo mermeladas y dulces a los
visitantes, que, por cierto, muy respetados muchos de ellos: el expreceptor de
Bolívar, Simón Rodríguez, el novelista Herman Melville, Ricardo Palma y
Guiseppe Garibaldi.
Manuela
muerte el año 1859 a los 59 años de edad en un ambiente de clima cálido,
siempre dispuesta a conversar, pero negándose a hablar del pasado.
Nos queda claro entonces que nuestras historias, todas, finalmente se van como se va nuestro cuerpo y ante eso no hay agenda que manejar. Felizmente, mientras existamos, ELEGIR ESTAR VIVOS, tomemos la vida como quien doma un potro, y disfrutemos del amor, en sus formas y sabores, en sus altos y bajos, en sus días claros y en la complicidad de sus noches, en su paz y revoluciones, revoluciones que liberan pueblos, almas, cuerpos...REVOLUCIONES POSITIVAS.
Con afecto
José Antonio Chumacero Calle.
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[1] VAYSSIERE, Pierre
(2008) “Simón Bolivar, el Sueño Americano”.
Buenos Aires: Editorial El Ateneo.
[2]“HILDEBRANT en sus trece”. Edición de fecha:
viernes 26 de mayo del 2017. Año 8 N° 349
Todas las citas entre comillas se reconocen como propias de las fuentes antes citadas.