domingo, 15 de septiembre de 2013

Uno más uno, tres: cosas de familia.

Los domingos son un día especial. En este lado del globo y más específicamente al pie de estas montañas andinas, los domingos suelen un día de encuentro familiar. Para aquellos hogares en donde los hijos están aún “chicos” (como suelen decir las madres), estas tienen toda una hoja de ruta que se respeta: es día de familia.

Las hay aquellas donde uno más uno son tres. Una pareja joven o un matrimonio con su primer hijo es desde luego la experiencia o situación que se queda grabada hasta en la sangre misma. ¿Dije que eran tres? Bueno, así empieza la mañana y en el transcurso de la misma van haciendo su aparición lo que en estricto es la familia: padres, hijos, abuelos, tíos, etc, etc.etc. No hay alegría más hermosa que verlos llegar y sentir que se construye un espacio donde uno puede sentir felicidad, paz, amor.

La madre mira al hijo y  la otra madre se proyecta en el tiempo: retrocede, avanza, pone pausa y así cuantas veces más mientras sus manos van ordenando sobre la mesa todo un ejército de próximos comestibles. Las preguntas, las lecciones que se van aprendiendo y las experiencias que se van transmitiendo entre dos hermosas mujeres no dejan ser otro espacio maravilloso. No se trata de prestarse libros o comentar sobre lo que dijo determinado “especialista” sobre el cómo cuidar hijos o ser una buena o buen esposo o esposa. Se trata de comunicar desde la vida misma, la experiencia vivida a jóvenes que inician su propia familia. ¿He dicho “su propia familia? Así es, su propia familia.

Desde luego que cuando se es joven o muy joven, los enamorados de estos tiempos suelen decir que tienen pareja o que tienen su enamorado; otros se casan, al paso¡¡¡. Sin saber ni el oficio y sin vocación, de raíces latinas, ni de lecturas como El Banquete donde Agatón organiza justamente un banquete, el mismo que servirá para que ilustrados personajes se expresen sobre “el amor”, incluido el mismo Sócrates, hoy al parecer todo va rápido. Sin embargo, creo que sí hay personas para las cuales “el amor” es asunto serio, serio y gratificante. Serio en el sentido de que importa, importa lo que desde enamorados se va construyendo sin que sea necesariamente un asunto de edades (aunque se espera que personas "mayores" tenga mejor claridad de las cosas). Hay experiencias que se dicen “amores” y que son como los juegos artificiales (aquellos que iluminan y asombran de manera espectacular por unos minutos y luego desaparecen); los hay felizmente aquellos que se inician como  una pequeña chispa en el bosque y que luego va tomando consistencia hasta que acaba por expandirse a todo el bosque. ¿Se imagina tamaña comparación? Lo que se dice amor en las "relaciones precipitadas" es desde luego uno del tipo  "fuego artificial". Lo otro, es cosa seria. (Habré de confesar que esta especie de metáfora la recuerdo de una novela que leí cuando estaba en quinto de secundaria y que la he compartido gratamente sólo con una persona).

Me pregunto si no será justamente esta forma de “expandir” el amor en una pareja lo que posibilitaría una relación consistente. Desde luego que existen innumerables y numerables factores adicionales, pero permítanme quedarme con esta propuesta: el amor de pareja es una experiencia de a dos, de dos enteros y que se sostiene en el tiempo, crece en el tiempo, se fortalece ante cada  nueva e inesperada situación. Así las cosas y para simplificar (ya es más de una de la madrugada), un amor así deviene en no mucho tiempo en  que luego digamos: “uno más uno, tres”…… y bienvenida la familia, de aquella que hablé al inicio de este blog.

Saludos

José Antonio.

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